¿Son adictivas las redes sociales?
Instagram, Facebook, Twitter, YouTube, TikTok, WhatsApp, WeChat, Tumblr, LinkedIn, Snapchat… y seguro que conoces alguna más. ¿Quién no usa las redes sociales hoy en día? Es posible que hayas empezado a leer este artículo enlazando desde una red social. Las RRSS nos acompañan en nuestro día a día, pero también se habla de lo nocivas que pueden llegar a ser. ¿Crees que puedes tener una adicción a las redes sociales? ¿O piensas que haces un uso racional, recreativo o formativo de las mismas? Las redes sociales pueden terminar siendo una trampa.
Qué son las redes sociales
Las redes sociales son sitios web y aplicaciones que permiten el intercambio de información entre usuarios. Estas plataformas se centran en ofrecer distintas modalidades de contenido audiovisual (imágenes, vídeos, presentaciones, textos breves o textos desarrollados) y dirigirlo a un público particular (jóvenes, adultos) con diversas finalidades (publicidad, ocio, diversión, entretenimiento, formación, oportunidades laborales, relaciones sentimentales/sexuales).
El contenido publicado en estas redes sociales puede ser compartido con determinados usuarios (por ejemplo, grupo de amigos o trabajadores de una misma empresa) o puede ser accesible universalmente. Esto último ha generado mucha controversia en lo que respecta a la intimidad y privacidad de las personas que utilizan estas redes para compartir sus opiniones políticas o religiosas, o mostrar fotografías con su familia, por poner algunos ejemplos.
En ocasiones, las redes sociales se han utilizado como medio para denunciar una situación injusta, promover movimientos sociales o recaudar dinero para ayudar a personas desfavorecidas. Lo cierto es que, principalmente, las redes sociales se utilizan para pasar el tiempo y mantenerse informado de la actualidad. En este pasar el tiempo es donde las empresas que gestionan las redes sociales obtienen su rendimiento económico. Los anuncios que aparecen en estas aplicaciones son visionados por millones de personas en todo el mundo. Aquí está el negocio: mantener a las personas conectadas a la aplicación el mayor tiempo posible y visionar una gran cantidad de anuncios. La consecuencia: ¿nos estamos haciendo “adictos a las redes sociales” o disfrutamos del tiempo que estamos conectados por el interés y el entretenimiento que nos aportan?
Ventajas y desventajas de las redes sociales
Antes de entrar a valorar si las redes sociales son adictivas o no, vamos a ver qué nos aportan en nuestro día a día y qué otros riesgos conlleva su uso.
Ventajas de las redes sociales
Las redes sociales han revolucionado la forma en la que interactuamos y concebimos nuestra realidad. Su crecimiento en las dos últimas décadas ha sido vertiginoso. Prácticamente el 85 % de la población que tiene acceso a internet se sirve de alguna red social. Este porcentaje se eleva al 93 % en los jóvenes de entre 16 y 24 años, muchos de los cuales son «nativos digitales». Es decir, no han tenido las referencias que pueden haber marcado a las generaciones anteriores a la década de los 80, que han crecido con un pie en la era de las cartas de papel perfumadas y otro en el de los mensajes llenos de emoticonos que sonríen y bailan.
Las redes sociales se han convertido en un innegable modo de comunicación entre jóvenes (y no tan jóvenes). Un porcentaje elevado de la población usa ya este medio también para estar informado y actualizado. Hasta la divulgación científica se sirve de estos canales por ser más visuales, rápidos y directos (véase el nombre “Instagram” o “gramo instantáneo).
Las redes sociales se han convertido en una fuente de información veraz en muchos campos, aunque encontrarla no es siempre fácil. Sabemos incluso que los usuarios buscan información sobre salud mental en blogs y redes sociales.
Son ya muchos los profesionales y sociedades científicas que usan internet y las redes sociales para campañas de prevención y promoción de la salud. Gracias a ellas, consiguen llegar a miles de personas, incluidas las franjas de edad más jóvenes. Los centros sanitarios también ponen a disposición de sus usuarios herramientas digitales, foros o guías online para pacientes. Estas herramientas facilitan el acceso a la información y favorecen la vinculación terapéutica. Asimismo, permiten una comunicación entre pacientes con una patología común, desde el anonimato y sin requerir una respuesta inmediata.
Desde este punto de vista, las redes sociales ofrecen una ventaja muy interesante a la hora de poder informar a sus pacientes sobre sus enfermedades y que estos puedan apoyarse mutuamente en otros pacientes con problemas similares.
Desventajas de las redes sociales
Las redes sociales empezaron a usarse en la década de los 90 con la esperanza de que fueran una oportunidad para una sociedad que evolucionaba hacia la individualidad (elegida) y daba signos de alarma por el malestar generado por la soledad (también elegida por muchos). Sin embargo, se ha observado que el consumo pasivo de las redes sociales puede reforzar el sentimiento de soledad y desvinculación, e incluso se ha sido relacionado con el aumento de la depresión.
Estamos viviendo algo sin precedentes, y las consecuencias solo las veremos en el largo plazo. Por ejemplo, ¿qué huella digital estamos dejando los usuarios? Lo que ya estamos atendiendo los psiquiatras son problemas relacionados con el cyberbullying, las adicciones comportamentales o sin sustancia, o cuadros de ansiedad y depresión relacionados con el mal uso de estos medios.
Algunos estudios ya muestran la asociación entre el uso de las redes sociales con síntomas de depresión, ansiedad, baja autoestima y soledad. Que haya una asociación entre el uso inadecuado de las redes sociales y la salud mental, no implica necesariamente que sean las redes sociales las que causen la enfermedad mental. Sin embargo, esta relación causa-efecto parece más consistente entre la población más joven.
La relación entre redes sociales y depresión es bidireccional:
El uso excesivo de RRSS puede promover el incremento de síntomas depresivos.
Las personas con depresión son más vulnerables al uso de RRSS.
Parece observarse también una correlación negativa entre autoestima y el uso de las redes sociales. Es decir, que a mayor uso de redes sociales, menor autoestima. Esta asociación está todavía en estudio ya que es muy compleja y hay muchas variables involucradas.
Lenguaje y redes sociales
Las redes sociales no solo han cambiado la forma de interactuar con nuestros amigos, de informarnos o de pasar el tiempo libre; también han modificado nuestro lenguaje, introduciendo nuevos anglicismos a nuestro vocabulario. Algunos de estos ejemplos son: like, feed, chat, password, pin, post, hashtag, off topic, selfie, fan.
Además de incorporar anglicismos a nuestro vocabulario del día a día, también han aparecido nuevos términos o nuevos conceptos asociados a las redes sociales que no existían antes. Uno de estos nuevos conceptos es el “miedo a perderse algo” o MAPA que proviene del inglés fear of missing out (FOMO). El uso de las redes sociales se ve favorecido por este miedo a no estar al día, conocer las últimas novedades acerca de un famoso, una serie o una tendencia de moda.
Otro neologismo que ha surgido a raíz de las redes sociales ha sido el de la infoxicación o intoxicación por exceso de información. En muchas ocasiones, tanta información nos abruma y nos hace difícil priorizar aquello que nos resulte más interesante o saber qué información es veraz o no.
El vocablo “tecnopatías” hace alusión a los problemas de salud, física y mental, derivados del uso de dispositivos electrónicos. Estos problemas van, desde problemas de salud física por el sedentarismo y las posturas adoptadas delante del ordenador, hasta problemas psicológicos como los que describimos a continuación:
Nomofobia: miedo irracional a quedarse sin teléfono móvil, sin batería, sin cobertura, etc.; en resumen, a estar desconectado.
e-ludopatía: impulso irrefrenable y compulsivo por los juegos de azar online a través de dispositivos tecnológicos (smartphones, tablets, ordenadores), con el consiguiente detrimento de los compromisos y valores sociales, laborales y familiares adquiridos.
Narcisismo digital: una búsqueda excesiva de un yo idealizado a través de likes, visitas, mensajes o comentarios de otros usuarios.
Síndrome de google: incapacidad para recordar información como consecuencia de la facilidad con la que se puede consultar un dato en un buscador de internet.
Cibercondría: ansiedad provocada por la repetitiva y excesiva búsqueda de información médica en internet.
Síndrome de la llamada o mensaje imaginario: se caracteriza por que el usuario del teléfono móvil percibe su vibración cuando en realidad no se produce, creyendo por tanto que lo estaban llamando o mensajeando.
Ortorexia digital: necesidad de tener todo cuantificado (pulsaciones, tiempo de sueño, ingesta hídrica y calórica, tiempo delante de una pantalla, etc.).
Insomnio tecnológico: trastorno del sueño asociado al uso nocturno de internet y de aplicaciones móviles.
Adicción a las redes sociales
Uso excesivo de las redes sociales
Sabemos que el uso excesivo de las redes sociales puede actuar como un factor de estrés y provocar otros problemas de salud. En primer lugar, el uso prolongado de las redes sociales favorece el sedentarismo; además, induce estereotipos o intentos excesivos por ser de una determinada manera. Por tanto, este uso excesivo se ha asociado con síntomas de ansiedad y depresión.
A pesar de que esta asociación entre un uso excesivo de las redes sociales con síntomas de ansiedad y depresión parece lógica, un reciente metaanálisis (Cunningham, 2021) señala que el problema no es tanto el tiempo que se pasa en las redes sociales. Este autor defiende en su investigación que la asociación principal entre depresión y redes sociales tiene que ver con el “uso problemático” más que con el tiempo de uso o su intensidad.
Uso problemático de las redes sociales
El uso problemático de las redes sociales no está definido solamente por el número de horas que pasamos delante de las redes sociales, sino por la repercusión que este uso tiene en la vida de la persona. Los criterios para definir el uso problemático de las redes sociales son:
Cambios en el estado de ánimo motivados por el resultado de una publicación o por la opinión generada en otros usuarios.
Preocupación excesiva por el uso de las redes sociales o por la aceptación del contenido publicado.
Efecto de tolerancia (incremento del tiempo dedicado a las redes sociales para saciar la necesidad de conocer o estar informado).
Síntomas de abstinencia a redes sociales, como irritabilidad o ansiedad que aparecen si el acceso no es posible o está limitado.
Recaídas en el uso (volver a hacer un uso excesivo de las redes sociales después de un periodo voluntario de abstinencia).
A pesar del efecto negativo que puede tener sobre las personas, este uso problemático de las redes sociales no está reconocido como una categoría diagnóstica por ninguna de las dos grandes instituciones que clasifican los trastornos mentales: la OMS y la APA (American Psychiatric Association). Asimismo, tampoco están reconocidas otras adicciones tecnológicas, como la adicción a internet o a los teléfonos móviles. Por el contrario, la OMS (Organización Mundial de la Salud) sí que ha reconocido recientemente la adicción a los videojuegos.
Un problema añadido al reconocimiento de las redes sociales como adicción es que socialmente no está mal visto emplear casi todo tu tiempo libre (o el reservado para trabajar o estudiar) en las redes sociales. Tampoco provocan consecuencias graves e inmediatas para la salud, como ocurre con el consumo de drogas. Estos argumentos se han utilizado para que la adicción a las redes sociales no sea reconocida como un tipo de adicción sin sustancia o adicción comportamental.
Nuestra vida vista a través de las redes sociales
Como animales que somos, tenemos la necesidad de ser aceptados en el grupo: necesitamos pertenecer. Con las redes sociales, esa aceptación se comercializa en forma de likes (me gusta). «¿Y cuál es el problema?», dirán algunos. «¿No es, a fin de cuentas, otra forma de pertenencia? Siempre ha habido unas personas más populares que otras.»
El problema es que ahora lo popular y lo no popular, la pertenencia y el rechazo no tienen fin. Pueden perpetuarse de una manera que no somos capaces de anticipar. No tenemos control sobre ello y tampoco podemos adelantarnos a las consecuencias. Tanto lo bueno como lo malo puede ser transformado. Las reglas del juego van cambiando y construir patrones se hace extremadamente complicado. Se muestran vidas que no se corresponden con la realidad. Las redes están llenas de “yoes” idealizados que solo muestran una parte seleccionada de sí mismos. La vida “sirve” para mostrarla, y las redes son el escaparate. Como consecuencia, puede que nos olvidemos de disfrutarla. Además, cuando la mostramos, tendemos a dejar ver sólo la parte más virtuosa -lo que nos gusta o será admirado-, pero no nuestros defectos. Y todo ese escaparate impacta y marca estándares y referencias para la sociedad; referencias sesgadas o desviadas de la realidad.
¿Son las redes sociales adictivas?
Cuando nos aburrimos o nos sentimos mal, recurrimos enseguida al móvil y nos decimos mentalmente: «Solo un scroll más». Esta puede ser una de las frases que más repiten las nuevas generaciones (y las no tan nuevas). Sin embargo, cuando levantas la cabeza del dispositivo, ya han pasado treinta minutos… ¡o más!
Ese es el efecto que tienen las redes sociales en nuestro cerebro y en el que está implicada la dopamina. La dopamina es el principal neurotransmisor del placer. Si nos acostumbramos a conseguirla fácilmente a través del móvil, puede llegar a ser muy problemático.
Nuestra relación con las RRSS (redes sociales) es similar a la de una adicción. Las redes actúan sobre nuestras regiones cerebrales más primitivas: las del sistema de recompensa y el neurotransmisor del placer (dopamina).
Las redes nos aportan un flujo inagotable de información, interacciones con los demás, likes, vídeos emocionantes, etc. En definitiva, la redes sociales proporcionan recompensas de una manera intermitente, y su anticipación va a liberar dopamina y a favorecer un comportamiento adictivo. Además, tienen el factor novedad, porque no sabemos lo que nos vamos a encontrar (un like, un comentario positivo, un post interesante, una foto nueva del chicho que te gusta. Este tipo de recompensa variable y sorpresiva hace que las redes sean todavía más “adictivas”.
En otras palabras, con las redes sociales, la dopamina se consigue rápido y fácil. Por tanto, ¿para qué esforzarse en conseguir un buen chute de dopamina leyendo un libro o realizando una tarea más costosa?
El problema es que, mientras estamos hipnotizados por las redes sociales, dejamos de implicarnos en otras tareas, renunciamos a otras cosas… ¡porque queremos más dopamina! Las redes sociales nos dan dopamina sin esfuerzo y sin fin. El mundo digital va de la mano del concepto de infinito, porque ahí la información fluye sin cesar. Es más, necesitaríamos varias vidas para consumir todo lo que allí se nos presenta.
Tratamiento de la adicción a las redes sociales
Si crees que puedas hacer un uso perjudicial de las redes sociales y necesitas ayuda para tratar una adicción a las redes sociales, puedes ponerte en contacto con nosotros. Contamos con un equipo de psiquiatras y psicólogos clínicos en Madrid, especialistas en el tratamiento de la adicción a las redes sociales.
Cómo prevenir una adicción a las redes sociales
En la era de la infoxicación que vivimos resulta indispensable saber cómo prevenir una adicción a las redes sociales o cómo protegerse del ruido tecnológico. Esta prevención no solo la tenemos que hacer con nosotros mismos, sino con nuestros hijos, mayores, parejas, alumnos o pacientes.
A continuación, os damos unos consejos para hacer un mejor uso de las tecnologías:
Establece un horario a las pantallas. Usa la tecnología en una parte proporcional del tiempo libre que tengas disponible y en horarios concretos preestablecidos. Mejor si la proporción de tiempo que dedicas a la tecnología es pequeño frente a otros intereses o aficiones.
Desactiva las notificaciones y activa el límite de uso de datos y de tiempo (en móvil y tableta).
Apaga el móvil cuando estés trabajando o estudiando y no lo tengas a la vista. Los estudios científicos han mostrado que tenerlo visible dificulta la concentración frente a no tenerlo.
Procura escuchar o ver noticias un tiempo limitado al día.
En redes sociales, asegúrate de ser selectivo con las cuentas y temas que eliges. Selecciona cuidadosamente a tus contactos.
Procura que el móvil no sea lo primero que miras nada más levantarte.
Prioriza otras actividades (estudio, ejercicio, lectura, actividades culturales, socialización...).
Si quieres saber más acerca de la Dra. Rosa Molina, psiquiatra y autora de este artículo, puedes ver todas sus publicaciones en su cuenta de Instagram.