Muchos niños y adolescentes diagnosticados de TDAH pueden tener un buen pronóstico si reciben tratamiento de forma temprana y antes de que aparezcan las consecuencias derivadas del TDAH.

Los principales problemas asociados al TDAH se reflejan en: la relación con los compañeros, baja autoestima, alteraciones de conducta, consumo de sustancias, marginalidad o fracaso escolar. Esto implica que el diagnóstico precoz es fundamental para que la evolución sea favorable y el pronóstico sea bueno.

 

Evolución del TDAH en la edad adulta

El Trastorno por déficit de atención e hiperactividad se inicia en la infancia, continúa en la adolescencia y, en más de la mitad de los casos, persiste en la edad adulta. Tan solo un 10-20 % de los casos de TDAH no tratados evolucionan favorablemente en la edad adulta.

Lo habitual es que los tres síntomas cardinales del TDAH (falta de atención, hiperactividad e impulsividad) persistan, aunque con variaciones en su manifestación. Habitualmente, con el paso del tiempo la falta de atención va predominando sobre los otros dos. Esto es debido a dos cuestiones: por un lado, con la edad las demandas atencionales aumentan y la inatención se hace más relevante. Por otro lado, la hiperactividad y la impulsividad se atenúan.

Aunque algunos síntomas mejoren con el tiempo, es importante en muchos casos continuar con el tratamiento al llegar a la edad adulta. A pesar de ello, es muy habitual que los adolescentes abandonen el tratamiento, incluso alentados por sus familiares y médicos de familia. La persistencia de un TDAH en la edad adulta, especialmente si ya no recibe tratamiento, puede conllevar un elevado riesgo de que aparezcan otros problemas que compliquen aún más las cosas. Estos problemas secundarios suelen ser: baja autoestima, consumo de alcohol y otras sustancias, trastornos de conducta y rasgos antisociales de personalidad.

El TDAH se manifiesta de distinta manera en la edad adulta que en la etapa infantil.

El paso a la edad adulta puede producir tres situaciones:

1.       Que mejoren los síntomas y desaparezcan

2.       Que persistan síntomas de forma intensa

3.       Que queden síntomas residuales, como falta de control de impulsos, problemas de concentración o un pobre funcionamiento social

En los dos primeros supuestos, queda claro que hay que hacer. Si remiten los síntomas, seguramente no sea necesario el tratamiento; mientras que, si persisten intensos síntomas, sí será necesario continuar con el tratamiento. La situación más compleja es el tercer supuesto: cuando persisten síntomas residuales. Los síntomas residuales pueden ser muy engañosos, ya que pueden aparentar ser inofensivos, pero secundariamente generar problemas. Por ejemplo, la persistencia de problemas de concentración puede conllevar el fracaso en la universidad y problemas en determinados trabajos. La falta de control de los impulsos puede conllevar problemas delictivos, de relación o el inicio en el consumo de alcohol u otras drogas. Por tanto, cada caso debe evaluarse individualmente por un especialista y discutir con el paciente los riesgos y beneficios del tratamiento para poder tomar en conjunto una decisión al respecto. Hay que tener en cuenta que el beneficio del tratamiento no solo es la mejora de los tres síntomas principales (inatención, hiperactividad e impulsividad), sino que también ayuda con la regulación emocional, la ansiedad, la autoestima y disminuye el riesgo de consumir drogas.

 

Diagnóstico del TDAH en la edad adulta

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En no pocos casos, el diagnóstico aparece tardíamente en la edad adulta. Esto puede deberse, por un lado, a que la persona ha sido capaz de adaptar su vida a sus dificultades de una forma más o menos satisfactoria. En este caso, es muy posible que consulte con un especialista cuando se enfrenta a un ambiente más exigente, como pueda ser el paso del instituto a la universidad o de la universidad al mundo laboral. Habitualmente, estas personas han logrado compensar los déficits atencionales con un elevado cociente intelectual, es lo que conocemos como “doble excepcionalidad” (es decir, personas con TDAH y altas capacidades).

Por otro lado, es posible que las personas a las que se diagnostique el TDAH de adultos hayan previamente peregrinado por distintos especialistas y no hayan sido correctamente diagnosticados de TDAH. Esta falta de “ojo clínico” de debe, de una parte, a que el rendimiento académico puede ser bueno en personas muy inteligentes y, de otra parte, a que presentar síntomas de otros trastornos mentales que encubrieran el diagnóstico de TDAH.

En el caso de las mujeres es frecuente que se las haya diagnosticado erróneamente de depresión, ansiedad o de un trastorno de personalidad. Esto se puede deber al solapamiento de síntomas de inestabilidad emocional, baja autoestima, insomnio, ansiedad y frustración.

Por el contrario, los hombres suelen ser diagnosticados de un trastorno del control de los impulsos, de rasgos disfuncionales de personalidad o de consumo de sustancias. En este último caso, se han podido atribuir los síntomas de impulsividad, hiperactividad, inatención y mala organización al propio consumo de la sustancia.

La evolución del TDAH en los casos diagnosticados y tratados puede ser buena en el sentido de controlar los síntomas y de lograr una aceptable adaptación al entorno. Como hemos venido diciendo, los síntomas de hiperactividad e impulsividad se suelen atenuar con el paso del tiempo y la madurez del individuo. Sin embargo, la falta de atención suele persistir y provocar dificultades de adaptación crecientes a medida que el ambiente va siendo más exigente.

 

Factores de buen pronóstico del TDAH

Como en todas las enfermedades, en el TDAH conocemos cuáles serían los predictores de buena evolución, así como los predictores de mala evolución.

Los factores de buen pronóstico del TDAH son:

 
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  • diagnosticar el problema lo antes posible.

  • iniciar el tratamiento en el momento del diagnóstico.

  • mantener el tratamiento todo el tiempo necesario consensuado con el psiquiatra.

  • elevada inteligencia y escasa afectación cognitiva, evaluados por un neuropsicólogo.

  • gozar de buenas relaciones personales, tanto relaciones familiares como amistades y pareja.

  • haberse criado en un ambiente familiar bien estructurado con unos padres con unas competencias parentales desarrolladas.

  • involucrarse en la práctica de algún deporte.

 
 

Factores de mal pronóstico del TDAH

Por el contrario, son factores de mal pronóstico de TDAH:

 
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  • cuando los síntomas principales de falta de atención e hiperactividad son muy intensos.

  • el diagnóstico en la infancia de un trastorno del espectro autista o un bajo cociente intelectual.

  • el desarrollo infantil en un bajo nivel socioeconómico. Esto se debe a un menor acceso a ayudas (profesores de refuerzo, psicólogo, coste de la medicación) y puede conocer ambientes marginales.

  • la aparición de trastornos del comportamiento o de conductas antisociales.

  • el consumo de alcohol u otras drogas, que va muy ligado al punto anterior.

  • el insomnio.

  • la inestabilidad emocional con frecuentes episodios de frustración y dificultades para la regulación emocional.

  • una mayor afectación de la función ejecutiva, es decir de la organización y planificación del tiempo y las tareas.

 
 

Complicaciones del TDAH

El TDAH está relacionado con fracaso académico de forma independiente a la inteligencia del paciente. Como referencia, en Estados Unidos, tan solo el 5 % de las personas con TDAH terminan la universidad frente al 35 % de las personas que no tiene la enfermedad.

En cuanto al mundo laboral, las personas con TDAH tienen más riesgo de despido. Lo cual se relaciona con más cambios de puesto de trabajo y una mayor tasa de desempleo. Esto se debe a las posibles alteraciones de conducta, el bajo rendimiento, los posibles conflictos con los compañeros y superiores, los errores por despistes, la mala concentración y en general por una peor adaptación. Esta dificultad en la adaptación va a ser aun peor si además está cambiando de empresa, de compañeros y de puesto de trabajo continuamente.

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Las personas con TDAH tienen más riesgo de sufrir accidentes e, incluso, de sufrir muerte prematura como veremos a continuación. Los accidentes pueden ser domésticos o laborales por despistes, pero también de tráfico por exceso de velocidad, conducción temeraria o por la influencia de estupefacientes. Es habitual que las personas con TDAH sientan que necesitan conducir más deprisa para mantener la atención a la carretera, lo cual hace que los accidentes sean lógicamente más graves y frecuentes. Por este motivo, es más probable que hayan tenido multas de tráfico por exceso de velocidad y mayor probabilidad de retirada del permiso de conducir.

Los delitos cometidos no son solo al volante, también tienen más riesgo de verse inmersos en otro tipo de conductas delictivas que conllevan arrestos y penas de cárcel. Los antecedentes penales son mucho más frecuentes en personas con antecedentes de alteración de conducta, consumo de sustancias y rasgos antisociales de personalidad. El tratamiento del TDAH disminuye las posibilidades de cometer infracciones que puedan ser condenadas.

El TDAH también repercute en la vida íntima de la persona, haciendo que las primeras relaciones sexuales sean más precoces, que el número de parejas sexuales a lo largo de la vida sea mayor que la media, que tenga prácticas sexuales de riesgo y que no utilice ni preservativo ni anticonceptivos. Las consecuencias de estas conductas son: mayor riesgo de embarazo no deseado, mayor riesgo de contagiarse de una enfermedad de transmisión sexual (virus del SIDA y hepatitis, entre otros) y mayor riesgo de divorcio. Estas prácticas sexuales de riesgo, junto con la propensión a los accidentes, hace que pueda visitar con frecuencia el servicio de urgencias de los hospitales.

El TDAH también puede afectar a los padres de los niños que lo sufren. El riesgo de que estos padres se divorcien es 3 a 5 veces mayor que las demás parejas. Además, los padres de niños con TDAH tienen más síntomas depresivos que la población general.

 

 TDAH y estudios académicos

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El rendimiento académico suele ser el principal motivo de consulta de los padres que traen a sus hijos a las consultas para valorar un posible TDAH. Aunque es cierto que los resultados académicos no es lo más importante en la vida de un niño o adolescente. Es cierto que en algunos casos puede ser el comienzo de una cascada de fracasos y problemas. Para diagnosticar un TDAH no solo hay que fijarse en las notas. Sin embargo, si el niño empieza a suspender y repite curso, va a suponer un importante cambio en su vida: es posible que su autoestima se resienta, puede sufrir burlas de sus amigos, va a cambiar de compañeros y sus familiares van a estar disgustados con él. Si llegara a repetir más de un curso, se va a encontrar con que sus compañeros de clase son más jóvenes y le va a costar más relacionarse con ellos. La falta de relaciones lleva al aislamiento o a buscar amigos fuera del colegio (lo que puede terminar siendo lo que comúnmente llamamos “malas compañías”). Los niños con TDAH sufren el triple de expulsiones y tienen más riesgo de verse inmiscuidos en conductas delictivas.

Para poder valorar el efecto del tratamiento farmacológico del TDAH sobre el rendimiento escolar, Biederman realizó un estudio a 10 años de seguimiento en Estados Unidos. Encontró que el 63 % de los niños con TDAH que no recibían tratamiento repetían curso frente al 26 % de los niños que sí recibían tratamiento. Estos resultados confirmarían que el tratamiento farmacológico mejora el rendimiento y los resultados académicos de los niños con TDAH. Se ha postulado que puede ser por los siguientes motivos: disminuye las conductas disruptivas mejorando la hiperactividad, mejora la atención la atención durante las lecciones del profesor y estudiando en casa, mejora la autoestima y la valoración que hacen los profesores del alumno.

No se puede descartar TDAH en una persona solo por haber completado sus estudios universitarios, especialmente en personas muy inteligentes que hayan podido compensar las consecuencias de la falta de atención con una elevada inteligencia.

 

TDAH y muerte prematura

Se puede pensar que los trastornos mentales producen un enorme sufrimiento emocional, pero que al no tener una manifestación física no afectan a la salud orgánica y por tanto no aumentan el riesgo de muerte. Esto sabemos que no es cierto en enfermedades como la Esquizofrenia o el Trastorno bipolar, en donde la esperanza de vida está reducida por el incremento de las enfermedades cardiovasculares. En otras enfermedades, como la Depresión mayor, la falta de autocuidados puede conllevar un aumento del riesgo de enfermar. En el TDAH se sabía que al aumentar el riesgo de accidentes, las muertes prematuras eran posibles. Sin embargo, hasta hace muy pocos años no se pudo conocer el enorme alcance que podían llegar a suponer estas muertes prematuras.

En 2015, Søren Dalsgaard y colaboradores publicaron en The Lancet -la revista médica especializada más prestigiosa del mundo- un estudio que relacionaba el TDAH con un elevado aumento de riesgo de muerte prematura. Este estudio realizado sobre población danesa utilizó una muestra de casi dos millones de personas, de las cuales 32.000 estaban diagnosticadas de TDAH. Durante 32 años se hizo un seguimiento de estas personas para ver qué evolución tenían. Desgraciadamente, lo que encontraron los investigadores es que las personas que habían sido diagnosticadas de TDAH tuvieron un riesgo 2 veces mayor de morir prematuramente (tasa mortalidad ajustada=2,07; intervalo confianza 95 %: 1,70-2,50). La causa más frecuente de muerte en las personas con TDAH fueron causas no naturales, especialmente accidentes. Los niños y adultos que, además de TDAH, tenían problemas de conducta o consumo de sustancias tenían un riesgo incluso mayor. Cuando se analizaron los resultados por género, en el caso de niñas y mujeres adultas el riesgo de muerte prematura era mayor que para niños y varones adultos.

 

Posibles consecuencias a largo plazo de no recibir tratamiento para el TDAH

En primer lugar, una persona con un TDAH que no ha sido tratado, va a ser una persona con una calidad de vida inferior a la esperada para sus capacidades y situación socioeconómica. Va a vivir una vida con problemas a nivel académico, laboral, familiar, social y económico. Es muy probable que no pueda completar estudios universitarios, que sea despedido de trabajos y que no pueda acceder a buenos puestos de trabajo. A nivel de salud, es posible que desarrolle obesidad, que tenga dificultades para regular sus emociones, que desarrolle depresión o ansiedad y que sufra algún tipo de accidente que pueda poner en peligro su vida. Su impulsividad y posible temeridad, puede llevarle al consumo de sustancias ilegales o a tener problemas con la ley. Por todo ello, es fundamental que las personas con sospecha de TDAH, consulten con un profesional de salud mental que pueda diagnosticar el TDAH y tratar el TDAH.


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