¿Son adictivos los antidepresivos?
Los antidepresivos son fármacos ampliamente utilizados para tratar la depresión y la ansiedad. Su prescripción se ha incrementado considerablemente en los últimos años en todos los países desarrollados y esto ha alimentado algunos mitos en torno a este grupo de medicamentos. En concreto, la falsa creencia de que los antidepresivos son adictivos es uno de los más extendidos.
En este artículo, explicaremos por qué los antidepresivos no son adictivos y de dónde surge esta confusión.
Por qué existe la percepción de que los antidepresivos pueden ser adictivos
Desde mi experiencia como psiquiatra, me gustaría poder empezar explicando cuáles son las razones que pueden hacer creer a las personas que los antidepresivos pueden ser adictivos. Me voy a centrar en tres cuestiones que me parecen muy relevantes y que, después de enumerarlas aquí, las voy a desarrollar:
El incremento en la prescripción de antidepresivos en el último cuarto de siglo.
La frecuente combinación de antidepresivos con benzodiacepinas (un grupo de fármacos ansiolíticos potencialmente adictivos).
Aparición de síntomas incómodos al suspender un antidepresivo que se puede confundir con un síndrome de abstinencia.
El incremento en la prescripción de antidepresivos
Los antidepresivos son fármacos muy utilizados en psiquiatría para tratar diversos trastornos mentales, entre los que destacan: depresión, ansiedad generalizada, crisis de pánico, fobias, ansiedad social, estrés postraumático, agorafobia y bulimia nerviosa. Además, otras especialidades de la medicina, como la neurología, la medicina de familia, la geriatría y las unidades del dolor utilizan estos antidepresivos para tratar el dolor crónico o la prevención de las cefaleas. Los antidepresivos son medicamentos muy versátiles, que utilizan muchas especialidades con distintas indicaciones y que, además, son muy seguros.
La irrupción a finales de los 90 y principios de los 2000 de los antidepresivos conocidos como inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS) supuso una revolución. A diferencia de los anteriores antidepresivos —los tricíclicos y los IMAO—, los ISRS son mucho mejor tolerados, produciendo menos efectos secundarios y siendo estos mucho menos graves. Entre los años 2000 y 2013 la prescripción de antidepresivos se multiplicó por 3. El incremento en el uso de antidepresivos se debe a la aparición de nuevas indicaciones y, fundamentalmente, a la mejor tolerabilidad de los nuevos fármacos. Antes de la era de los ISRS, los pacientes que recibían antidepresivos eran los más graves por los graves efectos secundarios potenciales de los antidepresivos antiguos. Actualmente, la buena tolerabilidad a los ISRS permite que su perfil beneficio-riesgo sea favorable en un mayor número de situaciones.
“La prescripción de antidepresivos ha aumentado considerablemente en los últimos 25 años debido a la introducción de los ISRS, que son más seguros y mejor tolerados.”
Es posible que haya otros factores sociales asociados al reciente incremento en la prescripción de antidepresivos, como el efecto psicológico de la pandemia, los cambios en los valores sociales y la limitación de acceso a la psicoterapia como opción de tratamiento. Aprovecho para recordar que la psicoterapia y la medicación no son tratamiento excluyentes ni intercambiables, cada uno tiene unos objetivos distintos.
En resumen, el incremento en la prescripción de antidepresivos desde comienzos de siglo hasta nuestros días es cierto, pero este incremento no es debido a un potencial efecto adictivo. Por el contrario, la introducción de los antidepresivos modernos (con muchos menos efectos secundarios) liberalizó la prescripción de antidepresivos en casos en los que anteriormente no se contemplaba su utilización por el riesgo de efectos adversos potencialmente graves.
Combinación de antidepresivos con benzodiacepinas
Los antidepresivos y las benzodiacepinas son medicamentos distintos que corresponden a distintos grupos farmacológicos. Aunque ambos pueden ser prescritos en situaciones muy similares, sus efectos y riesgos son bien distintos.
Las benzodiacepinas son un grupo de fármacos que se engloban dentro de los hipnosedantes. Producen un efecto depresor del sistema nervioso central, con propiedades sedantes, hipnóticas, relajantes musculares y anticonvulsivas. Esto conlleva una larga lista de efectos adversos, entre los que destacan: somnolencia diurna, disminución de los reflejos, problemas de atención y memoria y aumento del riesgo de accidente y caída. Junto a estos efectos adversos, las benzodiacepinas producen un efecto de tolerancia y de dependencia. La tolerancia es la necesidad de utilizar dosis crecientes para conseguir el mismo efecto. Por otro lado, la dependencia a las benzodiacepinas ocurre cuando el cuerpo se acostumbra a su presencia y, al reducir o suspender el medicamento, aparecen síntomas de abstinencia, lo que puede dificultar su interrupción.
Los fenómenos de tolerancia y dependencia de las benzodiacepinas son comunes a otras sustancias adictivas, como la nicotina, el alcohol o las drogas ilegales. Por tanto, podemos afirmar que las benzodiacepinas son potencialmente adictivas.
Es muy frecuente que las benzodiacepinas se administren junto con los antidepresivos. Esta es una práctica común en España, pero que ha sido muy criticada por otros países en los que la prescripción de benzodiacepinas está mucho más limitada y restringida, como en el Reino Unido. La cuestión es que, si el antidepresivo se prescribe junto con otro tratamiento que es potencialmente adictivo y con el que puede aparecer un síndrome de abstinencia cuando se interrumpe, el paciente no va a ser capaz de diferenciar el efecto de cada fármaco por separado. Es frecuente que los pacientes que reciben los dos fármacos atribuyan la somnolencia de las benzodiacepinas a los antidepresivos o no sepan qué fármaco es el que les produce el síndrome de abstinencia si un día no toman la medicación.
“Aunque se prescriban conjuntamente en muchos casos, antidepresivos y benzodiacepinas son medicamentos distintos.”
Aparición de síntomas al suspender un antidepresivo
Si los antidepresivos no son adictivos, ¿por qué algunas personas experimentan incómodos síntomas al suspenderlos?
Todos hemos escuchado que “los antidepresivos no se deben dejar de golpe”. Esta afirmación es parcialmente correcta, ya que hay muchos antidepresivos que pueden producir síntomas incómodos cuando al interrumpir el tratamiento, es lo que se conoce como síndrome de discontinuación o síndrome de retirada.
El síndrome de discontinuación de antidepresivos es un conjunto de síntomas que pueden aparecer cuando se suspende o se reduce bruscamente el uso de un antidepresivo, especialmente aquellos con una vida media corta como venlafaxina y paroxetina. Ocurre porque el sistema nervioso necesita tiempo para adaptarse a la ausencia del medicamento, ya que este ha modulado neurotransmisores como la serotonina y la noradrenalina. Los síntomas más comunes son: neurosensoriales (descargas eléctricas en la cabeza, visión borrosa, zumbidos y alteraciones del gusto), mareo, insomnio, náuseas, malestar gastrointestinal e irritabilidad o cambios en el estado de ánimo.
Los síntomas de discontinuación suelen aparecen a los pocos días después de interrumpir el tratamiento antidepresivo y suelen durar una o dos semanas, aunque en algunos casos pueden mantenerse durante meses. Estos síntomas aparecen en aproximadamente una de cada 6-7 personas que interrumpen su tratamiento antidepresivo. En la mayoría de las ocasiones, los síntomas son leves, pero pueden ocasionar alarma en el paciente porque interpreta los síntomas como una recaída o como un síndrome de abstinencia.
El síndrome de discontinuación se diferencia de la recaída en que los síntomas tienen características sutilmente distintas y en el momento de aparición. Los síntomas de retirada o discontinuación aparecen en los primeros días después de la interrupción del fármaco; mientras que, las recaídas aparecen al menos dos semanas después de la discontinuación del antidepresivo.
“El síndrome de discontinuación de antidepresivos suele confundirse con un síndrome de abstinencia.”
A continuación vamos a clarificar cuáles son las diferencias entre un síndrome de abstinencia y un síndrome de discontinuación de antidepresivos.
Diferencias entre el síndrome de discontinuación y la abstinencia
El síndrome de abstinencia se origina tras la interrupción del consumo continuado de una sustancia adictiva, como la nicotina, el alcohol, la cocaína o el cannabis. También puede haber síndrome de abstinencia a algunos medicamentos, como los barbitúricos, las benzodiacepinas o los opioides. Las sustancias adictivas generan dependencia, mientras que los antidepresivos tan solo producen una adaptación del sistema nervioso a un cambio en la neurotransmisión (fundamentalmente de serotonina).
Los síntomas del síndrome de abstinencia son distintos a los del síndrome de discontinuación. En el primero, los síntomas son más graves, aparece ansiedad extrema, sudoración, taquicardia y un deseo intenso de consumir (conocido como craving). Por el contrario, el síndrome de retirada suele producir síntomas más leves y no produce un deseo intenso de volver a consumir el antidepresivo. La sensación de descargas eléctricas en la cabeza, inocuas pero angustiosas, son típicas del síndrome de discontinuación.
El craving (intenso deseo de volver a consumir la sustancia) es un factor diferenciador. Durante todo el proceso del síndrome de abstinencia y durante los meses y años después de lograr la abstinencia, la persona que ha desarrollado una adicción va a experimentar fuertes impulsos por volver a consumir la sustancia adictiva. Por el contrario, las personas que han estado en tratamiento con un antidepresivo no desarrollan este deseo de volver a consumirlo. No existe el craving por un antidepresivo.
El síndrome de abstinencia puede llevar al paciente a una recaída severa en la que puede llegar a consumir grandes cantidades de la sustancia adictiva a la que había desarrollado una dependencia. Por el contrario, el paciente que ha interrumpido su tratamiento antidepresivo notará mejoría con la toma de una única dosis y no tendrá la necesidad de consumir grandes cantidades del medicamento.
No existe un tratamiento al síndrome de abstinencia de los antidepresivos porque no existe tal abstinencia. Sin embargo, el síndrome de discontinuación sí puede evitarse programando, bajo control médico, una reducción gradual y lenta del antidepresivo. En función del tipo de antidepresivo y la dosis y el tiempo de utilización, se individualiza la pauta de reducción. Cuando aparecen síntomas de discontinuación intensos o persistentes, se recomienda reintroducir el antidepresivo y volver a retirarlo en las semanas siguientes de una forma más lenta y gradual.
En conclusión, utilizar coloquialmente la denominación de abstinencia para referirse al síndrome de discontinuación proyecta sobre los antidepresivos el estigma de que puedan ser sustancias adictivas. Es importante recalcar que los antidepresivo no son adictivos, como seguiremos explicando a continuación.
Por qué los antidepresivos no son adictivos
Hasta ahora, hemos estado viendo por qué algunas personas han podido considerar que los antidepresivos podrían ser adictivos. En buena medida considero que tiene que ver con la creciente prescripción, la frecuente asociación a benzodiacepinas y la confusión que generan los síntomas de retirada. En adelante, vamos a explicar qué es una adicción y qué es una sustancia adictiva. De esta manera, podremos comprender que ni los antidepresivos son sustancias adictivas ni convierte en adictos a quienes los usan.
Qué son las adicciones
La Organización Mundial de la Salud (OMS) y el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-5) coinciden en considerar las adicciones como una enfermedad que denominan trastorno por uso de sustancias. Las adicciones a sustancias se caracterizan por:
Poderoso y persistente deseo de consumir la sustancia.
Pérdida de control sobre el uso.
Se invierte mucho tiempo en actividades necesarias para conseguir la sustancia.
Necesidad de dosis crecientes para obtener el mismo efecto (tolerancia).
Síndrome de abstinencia cuando se suspende la sustancia.
Persistencia del consumo a pesar del impacto negativo en la vida personal y social.
Los antidepresivos no son sustancias adictivas
Los antidepresivos no cumplen con las características de una sustancia adictiva, ya que:
No producen un efecto inmediato de placer o euforia.
No generan compulsión ni búsqueda incontrolada de la sustancia.
Si el antidepresivo tiene un impacto negativo en la vida del paciente (por los efectos adversos), este puede interrumpir el tratamiento sin dificultad.
No inducen una tolerancia significativa que requiera aumentos progresivos de la dosis.
No aparecen síntomas de abstinencia al interrumpir el tratamiento (aunque el síndrome de discontinuación puede confundirse con un síndrome de abstinencia).
Estigmatización de los antidepresivos
Quería terminar mencionando lo importante que resulta que la población reciba información veraz acerca de los tratamientos en salud mental. La falsa concepción de que los antidepresivos puedan sustancias adictivas y, por lo tanto, peligrosas, puede disuadir a una persona de tomar un tratamiento que probablemente necesite.
La estigmatización en salud mental no solo es hacia las personas, sino también hacia los diagnósticos, los tratamientos utilizados y los profesionales que los administramos. Por supuesto, los antidepresivos no son inocuos y solo deben prescribirse cuando existe una indicación clínica, pero en estos casos pueden ser muy eficaces.
“Decir que los antidepresivos son adictivos puede estigmatizar a las personas que se encuentran en tratamiento con antidepresivos.”